El cruce del río Jordán fue un evento significativo para los israelitas, marcando el inicio de su conquista de la Tierra Prometida. El secado milagroso del río sirvió como una poderosa señal de la presencia y apoyo de Dios. Para los reyes amorreos y cananeos, esto no solo representaba una amenaza militar, sino una intervención divina que infundió un profundo temor. Sus corazones 'se derritieron', una expresión vívida que indica una completa pérdida de coraje y moral. Esta reacción subraya el tema de la soberanía de Dios y el cumplimiento de sus promesas a su pueblo. También sirve como un recordatorio del impacto de presenciar el poder de Dios, que puede cambiar el curso de los acontecimientos e influir en los corazones de las naciones. El viaje de los israelitas no fue solo un cruce físico, sino una afirmación espiritual de su pacto con Dios, quien los guiaba hacia un nuevo capítulo de su historia. Este pasaje asegura a los creyentes la capacidad de Dios para superar obstáculos e infundir confianza en sus planes, incluso al enfrentar desafíos formidables.
La intervención divina en este momento crucial no solo fortaleció la fe de los israelitas, sino que también mostró a las naciones vecinas que el Dios de Israel era un Dios poderoso y temido. Así, el cruce del Jordán se convierte en un símbolo de la fidelidad de Dios y su compromiso con aquellos que le siguen.