Este pasaje forma parte de una parábola que Jesús cuenta sobre un hombre rico y un pobre llamado Lázaro. Después de que ambos hombres mueren, el rico se encuentra en tormento y le pide a Abraham que envíe a Lázaro de vuelta para advertir a sus hermanos. La respuesta de Abraham, citada en este pasaje, enfatiza la suficiencia de las escrituras—Moisés y los profetas—como guía para la fe y el arrepentimiento. Jesús utiliza esta historia para ilustrar que las escrituras contienen toda la sabiduría necesaria para entender la voluntad de Dios y vivir una vida justa.
Además, el versículo habla sobre la naturaleza de la creencia y la tendencia humana a buscar señales y maravillas. Jesús señala que incluso un evento milagroso, como la resurrección de alguien, puede no convencer a aquellos que ya son resistentes al mensaje de Dios. Esto destaca la importancia de tener un corazón y una mente dispuestos a aceptar la verdad divina. El mensaje es claro: la verdadera fe no se basa únicamente en señales milagrosas, sino en una profunda comprensión y aceptación de la palabra de Dios tal como se revela a través de las escrituras.