Durante la crucifixión, dos criminales fueron crucificados junto a Jesús. Uno de ellos se burló de Jesús, pero el otro lo reprendió, preguntándole si no temía a Dios, especialmente porque todos enfrentaban el mismo destino. Este intercambio es significativo porque muestra un profundo momento de autoconciencia e intuición espiritual. El segundo criminal reconoce la gravedad de su situación y la justicia de su castigo, en contraste con la inocencia de Jesús. Su pregunta, "¿No temes a Dios?", subraya la creencia de que incluso en los últimos momentos de la vida, uno debe mantener la reverencia y la humildad ante Dios. Este momento también resalta el tema del arrepentimiento y la redención, ya que el reconocimiento de Dios y de su propia maldad por parte del criminal abre la puerta al perdón y la esperanza. Es un poderoso recordatorio de que nunca es demasiado tarde para volver a Dios y buscar Su gracia, enfatizando la naturaleza ilimitada de la misericordia divina y la importancia de la fe incluso en los tiempos más oscuros.
Pero el otro le respondió, diciendo: ¿No tienes temor de Dios, estando en la misma condenación?
Lucas 23:40
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