Tras la resurrección de Jesús, dos discípulos se dirigían a Emmaús, conversando sobre los acontecimientos recientes. Jesús se unió a ellos, pero no pudieron reconocerlo. Mientras caminaban, Jesús les explicó las Escrituras que hablaban de Él, pero sus ojos seguían cerrados a su identidad. Fue solo durante una comida, cuando Jesús partió el pan, que finalmente lo reconocieron. Este acto de partir el pan es significativo, ya que evoca la Última Cena y simboliza la comunión y la hermandad entre los creyentes. Nos recuerda cómo Jesús se nos revela en los momentos ordinarios de la vida, especialmente en actos de compartir y comunidad. La realización de los discípulos subraya la importancia de estar abiertos a reconocer la presencia de Cristo en nuestra vida diaria y el poder transformador de la comunión. Esta historia anima a los creyentes a buscar a Jesús tanto en lo extraordinario como en lo mundano, confiando en que Él está siempre con nosotros, guiándonos y revelándose de maneras que quizás no esperamos.
Y ellos contaron las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.
Lucas 24:35
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