Después de la resurrección de Jesús, sus discípulos luchaban por comprender el milagro que estaban presenciando. Estaban llenos de alegría, pero sus mentes aún lidiaban con la incredulidad. Este torbellino emocional se refleja en su reacción: asombro mezclado con alegría, lo que dificultaba que aceptaran plenamente la realidad de Jesús de pie ante ellos. Para ayudarles a superar esta incredulidad, Jesús pidió algo de comer. Esta solicitud no era solo para satisfacer el hambre, sino que tenía un propósito más profundo. Al comer en su presencia, Jesús proporcionó una prueba innegable de su resurrección física, afirmando que no era un fantasma ni una mera presencia espiritual. Este acto de compartir una comida fue una demostración tangible de su victoria sobre la muerte y su continua presencia en sus vidas. Reafirmó a los discípulos y fortaleció su fe, preparándolos para la misión que tenían por delante. Este momento destaca la importancia del consuelo físico y espiritual en la fe, mostrando cómo Jesús nos encuentra en nuestras dudas y nos brinda claridad y consuelo.
Y como ellos aún no lo creían por la alegría, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?
Lucas 24:41
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