Tras su bautismo, se describe a Jesús como lleno del Espíritu Santo, lo que indica una profunda conexión y empoderamiento de Dios. Deja el río Jordán, donde fue bautizado por Juan, y es guiado por el Espíritu al desierto. Este evento representa un momento crucial en la vida de Jesús, ya que se prepara para comenzar su ministerio público. El desierto simboliza un lugar de soledad y prueba, donde Jesús enfrentaría tentaciones y desafíos. Es un recordatorio de que los viajes espirituales a menudo implican períodos de dificultad y crecimiento.
Ser guiado por el Espíritu resalta la obediencia y sumisión de Jesús a la voluntad de Dios. Subraya la importancia del discernimiento espiritual y la dependencia de la guía divina en nuestras propias vidas. La experiencia en el desierto no solo se trata de enfrentar adversidades, sino también de preparación y fortalecimiento de la fe. El tiempo de Jesús en el desierto nos enseña sobre la necesidad de estar espiritualmente preparados y el poder del Espíritu Santo para superar los obstáculos de la vida. Este momento establece las bases para la misión de Jesús y sirve como un ejemplo para los creyentes, enfatizando la confianza y la dependencia en la presencia y dirección de Dios.