En este pasaje, Jesús aborda un malentendido sobre la naturaleza de Dios y la resurrección. Al declarar que Dios no es el Dios de los muertos, sino de los vivos, Jesús enfatiza que Dios está íntimamente involucrado con aquellos que están vivos. Esta afirmación se hizo en respuesta a una pregunta sobre la resurrección, destacando que la vida con Dios trasciende la muerte física. La relación de Dios con la humanidad no se limita a la existencia terrenal; se extiende más allá hacia la vida eterna. Esta certeza de vida más allá de la muerte es fundamental para la esperanza y la fe cristiana. La frase también sirve como un recordatorio de que Dios está activamente presente en la vida de los creyentes, ofreciendo guía, amor y apoyo. Desafía a los creyentes a vivir con la conciencia de la presencia de Dios y a confiar en su obra continua en sus vidas. Al centrarse en los vivos, Jesús invita a los creyentes a experimentar una relación vibrante con Dios, llena de esperanza y propósito, tanto ahora como en la vida venidera.
No están en error, porque no conocen las Escrituras ni el poder de Dios.
Marcos 12:27
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