Durante la crucifixión de Jesús, un grupo de mujeres se mantuvo a distancia, presenciando los acontecimientos. Esta escena subraya la lealtad y el coraje de estas mujeres, que permanecieron cuando muchos de los seguidores de Jesús se dispersaron. Entre ellas estaban María Magdalena, conocida por su estrecha relación con Jesús y su papel como testigo de su resurrección; María, madre de Santiago el menor y José, quien a menudo se identifica como uno de los parientes de Jesús; y Salomé, que se cree que es la madre de los discípulos Santiago y Juan. Su presencia en un momento tan crítico resalta el papel significativo que las mujeres jugaron en el ministerio de Jesús y en las primeras comunidades cristianas.
Estas mujeres ejemplifican una fe y devoción inquebrantables, apoyando a Jesús en su hora más oscura. Sus acciones nos recuerdan la importancia de la lealtad y el apoyo, incluso cuando las circunstancias son difíciles. También desafían los roles de género tradicionales de la época, mostrando que las mujeres eran fundamentales para la difusión del mensaje de Jesús. Este momento de fuerza y solidaridad silenciosa ofrece una lección atemporal sobre el poder de la presencia y el impacto del amor constante.