Al concluir el sábado, María Magdalena, María la madre de Jacobo y Salomé decidieron comprar especias para ungir el cuerpo de Jesús. Este gesto no solo era una práctica habitual de la época, sino también una profunda expresión de su amor y respeto hacia Él. A pesar del dolor y el miedo que rodeaban su crucifixión, estas mujeres mostraron una valentía y devoción notables. Su disposición para cuidar de Jesús en la muerte como lo hicieron en vida subraya la profundidad de su fe y compromiso.
El acto de ungir era significativo en las costumbres funerarias judías, simbolizando honor y cuidado por el difunto. Las acciones de estas mujeres también destacan el papel crítico que desempeñaron en el ministerio de Jesús y en la comunidad cristiana primitiva. Al prepararse para ungir a Jesús, participaban en un ritual importante que demostraba su lealtad inquebrantable. Este momento también sirve como preludio de la resurrección, recordándonos que los actos de amor y fidelidad continúan incluso frente a la desesperación, y que la esperanza y los nuevos comienzos a menudo surgen de tal devoción.