En este pasaje, los maestros de la ley, que eran autoridades religiosas, acusaron a Jesús de estar poseído por Beelzebú, un nombre que a menudo se asocia con Satanás o un demonio de alto rango. Afirmaron que Jesús utilizaba poder demoníaco para expulsar demonios, sugiriendo que sus obras milagrosas no provenían de Dios, sino de fuerzas malignas. Esta acusación fue un intento serio de desacreditar a Jesús y desafiar su autoridad. Los líderes religiosos no pudieron negar la realidad de los milagros de Jesús, por lo que buscaron explicarlos atribuyéndolos a una fuente siniestra. Esto refleja la creciente tensión entre Jesús y el establecimiento religioso, que se sentía amenazado por sus enseñanzas y la forma en que atraía a la gente lejos de su autoridad tradicional. La respuesta de Jesús a esta acusación, que se presenta en los versículos siguientes, es una poderosa refutación de sus afirmaciones, enfatizando la naturaleza ilógica de su argumento y afirmando su misión divina. Este momento subraya la resistencia que enfrentó Jesús y hasta dónde llegarían sus oponentes para mantener su poder y control.
Y los escribas que habían venido de Jerusalén decían: Este está poseído de Beelzebú, y por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.
Marcos 3:22
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