En este versículo, Jesús está preparando a sus discípulos para su misión de difundir sus enseñanzas. Reconoce que no todos serán receptivos a su mensaje. Cuando se encuentren con tal resistencia, se les instruye a sacudir el polvo de sus pies al irse. Este gesto simbólico era una práctica común en la cultura judía, que significaba una separación de aquellos que rechazan el mensaje de Dios. Sirve como un testimonio en contra de la falta de disposición de la gente para aceptar la buena nueva.
El acto de sacudir el polvo de los pies es un poderoso recordatorio para los discípulos—y para nosotros—de que, aunque estamos llamados a compartir nuestra fe, no somos responsables de cómo los demás la reciben. Nuestro deber es entregar el mensaje con fidelidad, y si es rechazado, debemos seguir adelante sin cargar con el peso de ese rechazo. Esta enseñanza fomenta la resiliencia y el enfoque en la misión, confiando en que Dios trabajará en los corazones de aquellos que están abiertos a su palabra.