En este momento, Jesús responde a una pregunta de Juan el Bautista, quien busca confirmación de la identidad de Jesús como el Mesías. En lugar de declarar directamente quién es, Jesús señala sus acciones—sanando a los enfermos, resucitando a los muertos y predicando buenas nuevas a los pobres—como evidencia de su misión divina. Esta respuesta enfatiza la importancia de las acciones observables y su impacto en la fe. Al decir a los discípulos de Juan que informen lo que oyen y ven, Jesús subraya el valor del testimonio personal y el poder de ser testigos de la obra de Dios de primera mano.
Este pasaje invita a los creyentes a reflexionar sobre cómo perciben y comparten sus experiencias de la presencia de Dios en sus vidas. Nos anima a mirar más allá de las palabras y a centrarnos en el poder transformador del amor y la misericordia de Dios, como se demuestra a través de actos de compasión y sanación. Al compartir estas experiencias, podemos fortalecer nuestra propia fe e inspirar a otros, creando un efecto dominó de creencia y esperanza. Este enfoque es un recordatorio de que la fe no se trata solo de entender la doctrina, sino también de experimentar y compartir la presencia viva de Dios en el mundo.