A medida que Jesús se acerca al momento de su crucifixión, elige llevar consigo a Pedro, Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, a un lugar de oración. Este grupo íntimo de discípulos suele estar presente con Jesús en momentos clave de su ministerio. Aquí, Jesús comienza a sentir una profunda tristeza y angustia, reflejando su naturaleza humana y el peso del sacrificio inminente que está a punto de hacer. Este pasaje subraya la importancia de la comunidad y el apoyo en tiempos de crisis personal. Jesús, aunque divino, no se aísla en su momento de necesidad, sino que busca la presencia de quienes le son más cercanos. Este acto de compartir su carga con sus discípulos nos enseña el valor de la vulnerabilidad y la fortaleza que se encuentra en la compañía. Sirve como un recordatorio de que buscar apoyo y expresar nuestras luchas es una parte natural y necesaria de la experiencia humana, animándonos a ser abiertos con nuestras emociones y a apoyar a otros en sus momentos de necesidad.
Y tomó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a entristecerse y a angustiarse.
Mateo 26:37
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