Jesús habla a sus seguidores sobre la importancia del matrimonio y la seriedad del divorcio. En la tradición judía, era necesario un certificado de divorcio para poner fin formalmente a un matrimonio, asegurando que la mujer pudiera volver a casarse legalmente. Sin embargo, Jesús no se limita a reiterar la ley; desafía a sus oyentes a pensar más profundamente sobre el verdadero significado del matrimonio. Al referirse a esta ley, enfatiza que el matrimonio no es solo un contrato legal, sino un vínculo sagrado que no debe romperse a la ligera. Jesús llama a sus seguidores a mantener la santidad del matrimonio y a considerar los compromisos espirituales y emocionales involucrados. Esta enseñanza anima a los creyentes a reflexionar sobre la profundidad de sus relaciones y la importancia de mantener la integridad y la fidelidad en sus compromisos. Sirve como un recordatorio de que, aunque existen disposiciones legales, el corazón del asunto radica en la intención y la dedicación para cumplir los votos hechos ante Dios y entre sí.
Este versículo forma parte de un discurso más amplio donde Jesús enseña sobre el Reino de los Cielos y cómo este exige un estándar más alto de justicia. Al abordar el tema del divorcio, invita a sus seguidores a vivir su fe en cada aspecto de la vida, incluidas sus relaciones.