Miqueas, un profeta en un tiempo de declive moral y social, declara con valentía su empoderamiento por el Espíritu de Jehová. A diferencia de los falsos profetas que engañan por interés personal, Miqueas está lleno de poder divino, justicia y valentía. Este empoderamiento no es para su propia gloria, sino para cumplir una misión desafiante: confrontar al pueblo de Israel y Judá con sus transgresiones.
El versículo subraya el papel vital del empoderamiento divino en el ministerio profético. El mensaje de Miqueas es uno de responsabilidad, instando al pueblo a reconocer sus pecados y regresar a la rectitud. Su confianza proviene de su dependencia del Espíritu de Dios, que lo capacita para hablar la verdad y abogar por la justicia. Este pasaje sirve como recordatorio de que la verdadera autoridad espiritual y fortaleza provienen de Dios, permitiendo a los creyentes mantenerse firmes en la verdad y la justicia, incluso ante la oposición.