En este versículo, el profeta Miqueas se dirige al pueblo de Israel en un tiempo de gran agitación e incertidumbre. La imagen de una mujer en trabajo de parto captura la naturaleza intensa e inevitable de su sufrimiento. Al preguntar si no tienen rey o si su consejero ha perecido, Miqueas destaca su sensación de abandono y miedo. Este cuestionamiento retórico enfatiza la dependencia del pueblo en el liderazgo humano, que los ha fallado. El versículo invita a reflexionar sobre la verdadera fuente de su seguridad y guía.
El mensaje de Miqueas es tanto una crítica como un consuelo. Desafía al pueblo a considerar dónde colocan su confianza y a reconocer que los líderes terrenales no son infalibles. Al mismo tiempo, ofrece un recordatorio de que Dios es el gobernante supremo que no abandona a su pueblo. El dolor que experimentan, comparado con el parto, sugiere que puede llevar a un nuevo comienzo o transformación. Este versículo invita a los creyentes a confiar en la soberanía de Dios y a encontrar esperanza incluso en medio de la angustia, sabiendo que Él siempre está presente y es fiel.