Un momento de desobediencia marca el final del liderazgo de Moisés en este capítulo. Al llegar a Cades, el pueblo se queja de la falta de agua, y Dios instruye a Moisés para que hable a la roca para que fluya agua. Sin embargo, Moisés, frustrado por la rebelión del pueblo, golpea la roca en lugar de hablarle. Aunque el agua brota, Dios se enoja con Moisés y Aarón por no haber creído en Él y por no haber santificado Su nombre ante los israelitas. Como consecuencia, se les niega la entrada a la Tierra Prometida. Este capítulo resalta la gravedad de la desobediencia y la importancia de seguir las instrucciones de Dios con precisión. La historia de Moisés sirve como un recordatorio de que incluso los líderes espirituales deben ser fieles y obedientes a la palabra de Dios.
Números capítulo 20
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