En el contexto del viaje de los israelitas y su relación con Dios, los levitas ocupaban un lugar especial como la tribu dedicada a las funciones religiosas. Los tres hijos de Leví, Gersón, Coat y Merari, se convirtieron en los jefes de sus propias familias dentro de la tribu. Estas familias fueron encargadas de diferentes responsabilidades relacionadas con el tabernáculo, la tienda sagrada donde la presencia de Dios habitaba entre su pueblo. Los descendientes de Gersón se encargaban de las cubiertas del tabernáculo, los de Coat de los objetos sagrados y los de Merari de los componentes estructurales.
Esta estructura organizativa subraya la importancia de la comunidad y los diversos roles dentro de ella. Sirve como un recordatorio de que en una comunidad de fe, cada uno tiene una contribución única que hacer, y todos los roles, ya sean visibles o no, son vitales para el conjunto. Este principio se puede aplicar a las comunidades de fe modernas, donde los dones y talentos de cada persona son esenciales para el funcionamiento y el florecimiento de la comunidad.