Durante la dedicación del altar, los líderes de las doce tribus de Israel presentaron ofrendas a Dios. Cada tribu contribuyó de manera equitativa, trayendo un total de doce bueyes, doce carneros, doce corderos machos de un año y doce machos cabríos. Estas ofrendas eran significativas por varias razones. Los bueyes, carneros y corderos se utilizaban para ofrendas quemadas, que se ofrecían para expresar devoción y buscar el favor de Dios. Los machos cabríos se utilizaban para ofrendas por el pecado, simbolizando la expiación y la purificación de los pecados.
Este acto colectivo de adoración subraya la unidad y la responsabilidad compartida entre las tribus. Al contribuir de manera equitativa, cada tribu demostró su compromiso con la comunidad y su pacto con Dios. Las ofrendas también representan un enfoque integral de la adoración, abordando tanto la necesidad de devoción como la necesidad de perdón. Este pasaje recuerda a los creyentes la importancia de unirse en adoración, contribuir a la comunidad y mantener una relación con Dios a través de actos de sacrificio y dedicación.