En este versículo, se celebra la presencia asombrosa de Dios en su santuario, simbolizando su santidad y majestad. El santuario representa un espacio sagrado donde se manifiestan el poder y la gloria de Dios. El versículo subraya que Dios, quien es el protector y guía de Israel, empodera a su pueblo con fuerza. Este empoderamiento no es solo físico, sino también espiritual, permitiendo a los creyentes enfrentar desafíos con valentía y resiliencia. La mención de Israel es significativa, ya que refleja la relación histórica de Dios con su pueblo elegido, pero el mensaje se extiende a todos los que lo siguen. La invitación a alabar a Dios sirve como un recordatorio de la gratitud y reverencia que se le debe por sus grandes obras y la fortaleza que imparte. Esta certeza de fuerza divina es una fuente de consuelo y ánimo, recordando a los creyentes que no están solos en sus luchas. El poder de Dios está disponible para elevar y sostener, reforzando la importancia de la fe y la confianza en su providencia.
¡Oh Dios! tú eres terrible desde tus santas moradas; el Dios de Israel es el que da fuerza y poder a su pueblo. ¡Bendito sea Dios!
Salmos 68:35
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