La humildad es una virtud fundamental en la vida cristiana, ya que nos permite reconocer la grandeza de Dios y nuestra dependencia de Él. Al ser humildes, admitimos que no somos autosuficientes y que necesitamos la guía divina para vivir plenamente. La humildad nos ayuda a tener una visión clara de nuestra relación con Dios, reconociendo que todo lo que somos y tenemos proviene de Su amor y misericordia. Además, la humildad nos enseña a tratar a los demás con respeto y compasión, reconociendo su dignidad y valor. Ser humildes no significa que nos menospreciemos, sino que aceptamos nuestras limitaciones y confiamos en la providencia divina. Al hacerlo, glorificamos a Dios, mostrando que Su poder se perfecciona en nuestra debilidad. La humildad nos abre a recibir la gracia de Dios, permitiéndonos crecer en santidad y amor.
Porque grande es el poder del Señor, y por los humildes es glorificado.
Eclesiástico 3:20
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