Ser elegido para liderar o presidir un evento es una responsabilidad significativa, pero no debe llevar a la arrogancia. En cambio, se anima a los líderes a permanecer humildes y a servir a quienes los rodean. Este versículo enfatiza la importancia de la humildad en el liderazgo, sugiriendo que un líder no debe verse a sí mismo como superior, sino como parte del grupo que lidera. Al cuidar primero de los demás, los líderes demuestran que valoran el bienestar de su comunidad por encima de su propio estatus o comodidad. Este enfoque fomenta un sentido de camaradería y respeto mutuo, ya que demuestra que el liderazgo se trata de servicio y cuidado hacia los demás. De esta manera, los líderes pueden crear un ambiente de confianza y cooperación, donde todos se sientan valorados e incluidos. Tal humildad en el liderazgo es un principio atemporal que resuena en diversas culturas y contextos, recordándonos que la verdadera grandeza radica en servir a los demás.
Si eres príncipe, no te muestres arrogante; y si eres hombre de poder, no te muestres altivo.
Eclesiástico 32:1
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