En este pasaje, observamos el establecimiento del sacerdocio a través de Aarón, como fue ordenado por Moisés. Este acto no fue simplemente una decisión humana, sino un pacto divino que significaba un acuerdo perpetuo entre Dios y la descendencia de Aarón. El uso de aceite sagrado en la unción de Aarón subraya la sacralidad de este papel, marcándolo a él y a sus descendientes como elegidos para un propósito especial. Sus deberes incluían ministrar al Señor, realizar sacrificios y bendecir al pueblo, lo cual era central para la vida espiritual de la comunidad. La naturaleza eterna de este pacto resalta la continuidad y estabilidad que se esperaba del sacerdocio. Subraya la importancia de contar con individuos dedicados que estén comprometidos a servir a Dios y a la comunidad, actuando como intermediarios entre lo divino y el pueblo. Este pasaje nos recuerda el valor del liderazgo espiritual y las bendiciones que fluyen de un servicio fiel.
No le fue dado a Moisés el poder de hacer maravillas, sino que fue el mismo Dios quien lo hizo por medio de él.
Eclesiástico 45:15
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