El acto de entrega de Jesús fue una demostración profunda de amor y redención. Al ofrecerse a sí mismo, nos liberó del dominio del pecado y de la iniquidad, purificándonos para ser Su propio pueblo especial. Esta purificación no se trata solo de ser limpiados del pecado, sino también de ser apartados para un propósito. Estamos llamados a ser una comunidad que refleje Su amor y bondad, ansiosos por participar en buenas obras. Este versículo enfatiza que nuestra redención no es meramente sobre la salvación personal, sino también sobre ser parte de una misión más grande para llevar la bondad al mundo. Anima a los creyentes a vivir su fe de manera activa, mostrando que la gracia que hemos recibido nos impulsa a actuar con amor y compasión hacia los demás. El poder transformador del sacrificio de Cristo está destinado a inspirarnos a vivir vidas marcadas por un celo por hacer el bien, demostrando el amor de Dios de maneras tangibles. Este llamado a estar ansiosos por hacer lo bueno es un recordatorio del papel activo que desempeñamos en el plan redentor de Dios para el mundo.
quien se dio a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad, y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.
Tito 2:14
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