En los primeros días del reinado de Salomón, los israelitas continuaban utilizando los altos para sus sacrificios y adoración. Estos altos eran a menudo colinas o lugares elevados donde se construían altares. El uso de altos era un remanente de tiempos anteriores, cuando la adoración centralizada aún no se había establecido. El templo en Jerusalén, que Salomón construiría más tarde, estaba destinado a ser el lugar central para adorar al Señor, proporcionando un entorno unificado y adecuado para sacrificios y observancias religiosas.
El uso de altos era una solución práctica en ese momento, pero también presentaba riesgos. Sin un templo central, los israelitas eran más susceptibles a adoptar las prácticas de adoración de las naciones circundantes, lo que podría llevar a la idolatría. Este versículo subraya el período de transición en la vida religiosa de Israel y la necesidad de un espacio dedicado para enfocar su adoración solo en el Señor. También refleja el tema bíblico más amplio del deseo de Dios de que Su pueblo lo adore en espíritu y en verdad, de una manera que se distinga de otras prácticas religiosas.