El mensaje se centra en la creencia de que la salvación es un regalo divino, accesible para todos a través de la gracia del Señor Jesús. Esta gracia no es algo que se pueda ganar mediante el esfuerzo humano o la estricta observancia de leyes religiosas; más bien, se otorga libremente a cualquiera que crea, sin importar su trasfondo cultural o religioso. Este fue un punto significativo en la Iglesia primitiva, ya que abordó la inclusión de los creyentes gentiles junto a los cristianos judíos.
La declaración subraya la idea de que la fe en Jesús es la clave para la salvación, derribando barreras y promoviendo la unidad entre los creyentes. Asegura a los cristianos que su salvación está asegurada por la fe, no por sus propias obras, lo cual puede ser una fuente de gran consuelo y esperanza. Esta perspectiva fomenta una comunidad acogedora e inclusiva, donde todos son vistos como iguales receptores de la gracia de Dios. Resalta el poder transformador de la gracia, que no solo salva, sino que también une a personas de diversos orígenes en una sola familia de fe.