En esta profunda enseñanza, Jesús explica el requisito esencial para entrar en el reino de Dios: nacer de agua y del Espíritu. Este concepto de renacimiento es fundamental en la teología cristiana, significando un proceso transformador que va más allá de la mera existencia física. La referencia al agua se interpreta a menudo como el bautismo, que simboliza la purificación y el lavado de la vida antigua. El bautismo es una declaración pública de fe y un compromiso de seguir a Cristo.
El Espíritu se refiere al Espíritu Santo, quien juega un papel crucial en la renovación y transformación del corazón y la mente del creyente. Este renacer espiritual implica abrazar una nueva identidad en Cristo, caracterizada por una vida guiada por el Espíritu, marcada por el amor, la alegría, la paz y otros frutos del Espíritu. Esta transformación no es solo un evento único, sino un viaje continuo de acercarse a Dios y vivir según Sus propósitos. Juntos, nacer de agua y del Espíritu representa una renovación integral que prepara a los creyentes para participar plenamente en la vida y comunidad del reino de Dios.