En este pasaje, Pablo habla sobre una nueva forma de entender la justicia que está separada de la ley judía tradicional. Esta justicia no es algo que se pueda ganar siguiendo reglas o mandamientos, sino un regalo de Dios que ha sido revelado a la humanidad. La Ley y los Profetas, que son centrales en la tradición judía, siempre han señalado hacia esta justicia, sugiriendo que no es un concepto nuevo, sino el cumplimiento de las promesas de Dios. Esta justicia es accesible para todas las personas a través de la fe, destacando la naturaleza universal de la gracia y el amor de Dios. Subraya la idea de que la salvación no se trata de esfuerzos humanos, sino de aceptar la gracia que Dios ofrece a través de la fe. Este mensaje es particularmente poderoso porque asegura a los creyentes que son justificados y reconciliados con Dios no por sus propias obras, sino por su fe en Sus promesas. Es un llamado a abrazar una relación con Dios que se basa en la confianza y la creencia, en lugar de la mera conformidad con leyes religiosas.
La justicia de Dios, por lo tanto, se presenta como un camino de esperanza y redención, donde cada individuo puede acercarse a Él sin importar su pasado, simplemente a través de la fe.