En este versículo, se enfatiza la impotencia de los ídolos, que no pueden realizar ni las funciones más básicas que se atribuyen a las deidades, como nombrar un gobernante o controlar el clima. Esto contrasta fuertemente con el Dios vivo, que a lo largo de la Biblia se presenta como el que tiene autoridad suprema sobre toda la creación. El versículo critica la idolatría, señalando que los ídolos, al ser meras creaciones de manos humanas, carecen del poder para influir en el mundo o satisfacer las necesidades humanas. Este mensaje es atemporal, recordando a los creyentes la importancia de adorar solo a Dios, quien es soberano y capaz de cumplir sus promesas. Al resaltar las limitaciones de los ídolos, el texto fomenta la fe en Dios, quien no solo es el creador del universo, sino que también está activamente involucrado en la gobernanza del mundo y en la vida de su pueblo. Esta comprensión exige una profunda confianza en la provisión y guía de Dios, reforzando la creencia de que solo Él es digno de adoración y devoción.
Y no se aflijan por los ídolos, porque no pueden hacer bien ni mal; y no se aflijan por los ídolos, porque no pueden hacer bien ni mal.
Baruc 6:48
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