Daniel recibe una visión especial que está destinada solo para él, mientras que sus compañeros, aunque no pueden ver la visión, son golpeados por un miedo intenso que los lleva a huir. Este evento subraya la naturaleza personal de las revelaciones divinas, sugiriendo que Dios se comunica de maneras que son únicas para cada individuo. El temor que experimentan los compañeros de Daniel, a pesar de no ver la visión, indica la poderosa presencia de lo divino que puede afectar a las personas de maneras profundas. Este pasaje nos invita a reflexionar sobre el misterio de la comunicación de Dios y el respeto y la reverencia que esta demanda. También sirve como un recordatorio de que las experiencias espirituales pueden ser profundamente personales y pueden no ser compartidas o comprendidas por otros, pero tienen un significado significativo para el individuo que las recibe. La reacción abrumadora de quienes rodean a Daniel también habla del asombro y la reverencia que la presencia de Dios puede inspirar, incluso en aquellos que no son testigos directos de sus manifestaciones.
Y yo, Daniel, vi aquella visión, y no quedó en mí fuerza alguna; antes mi fuerza se cambió en desmayos, y no tuve vigor.
Daniel 10:7
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