La oración de Daniel es un poderoso ejemplo de intercesión, donde suplica a Dios que escuche, perdone y actúe en favor de Su pueblo y de la ciudad. Este clamor no es solo por el bienestar de la gente, sino también por el honor y la reputación de Dios, que están ligados a Su pueblo y a Jerusalén. La actitud de Daniel es humilde pero audaz, mostrando una profunda comprensión del carácter de Dios como misericordioso y justo. Apela a la compasión de Dios y a la relación de pacto entre Dios y Su pueblo.
El versículo subraya la importancia de la oración al buscar intervención divina y perdón. Enseña a los creyentes a orar con urgencia y sinceridad, reconociendo su dependencia de Dios. La oración de Daniel es un modelo de cómo alinear las peticiones personales y comunitarias con los propósitos más amplios de Dios, enfatizando que las acciones de Dios son, en última instancia, para Su gloria. Esto anima a los cristianos a confiar en el tiempo de Dios y en Su compromiso con Sus promesas, incluso cuando las circunstancias parecen difíciles.