Los israelitas, bajo el liderazgo de Moisés, estaban a punto de entrar en la Tierra Prometida, un hito significativo en su viaje desde la esclavitud en Egipto. Se les instruyó a levantar grandes piedras y cubrirlas con cal al cruzar el río Jordán. Este acto no era meramente ceremonial, sino que tenía un profundo significado espiritual. Las piedras debían ser inscritas con las palabras de la ley, sirviendo como un recordatorio tangible del pacto de Dios con su pueblo. Esta práctica enfatizaba la importancia de recordar y adherirse a los mandamientos de Dios mientras se establecían en una nueva vida en la tierra que Él les había prometido.
La capa de cal probablemente tenía la intención de hacer las inscripciones más visibles y duraderas, simbolizando la naturaleza perdurable de la palabra de Dios. Este momento marcó una transición de una existencia nómada a establecer una comunidad fundamentada en la ley divina. Era un llamado a los israelitas para que permanecieran fieles y obedientes a la guía de Dios, asegurando que sus enseñanzas estuvieran en el centro de su sociedad. Este acto de erigir piedras era una forma de honrar la fidelidad de Dios y comprometerse públicamente a vivir de acuerdo con su voluntad.