Este versículo refleja las normas sociales y legales de la antigua Israel, donde la servidumbre era parte de la vida cotidiana. Establece protecciones específicas para una sirvienta que fue seleccionada por su amo, pero que no cumplió con sus expectativas. La ley ordenaba que se le permitiera redimirse, lo que significa que su familia o otra parte podía pagar para liberarla de la servidumbre. Esta disposición era crucial para salvaguardar sus derechos y dignidad, asegurando que no fuera tratada como mera propiedad. La prohibición de venderla a extranjeros subraya la importancia de mantener la fe y la confianza en los acuerdos personales. Esto refleja un principio bíblico más amplio de justicia y compasión, enfatizando que incluso aquellos en posiciones de poder deben actuar con integridad y respeto hacia los demás. El versículo destaca el valor de tratar a todas las personas con equidad, sin importar su estatus social, y sirve como un recordatorio de las responsabilidades éticas que vienen con la autoridad.
Si ella no fuere agradable a los ojos de su amo, el cual la había desposado, le permitirá redimirse; mas no podrá venderla a pueblo extraño, por cuanto la ha humillado.
Éxodo 21:8
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