La fe en Cristo marca un cambio significativo en la relación de los creyentes con Dios. La ley sirvió como guía, un tutor que llevaba a las personas hacia la justicia. Era necesaria antes de la venida de Cristo para ayudar a las personas a comprender los estándares de Dios. Sin embargo, con la llegada de la fe a través de Jesús, los creyentes ya no están bajo la supervisión de la ley. Esto no implica que la ley sea obsoleta o irrelevante; más bien, significa que la fe en Cristo cumple el propósito de la ley. Ahora, los creyentes son guiados por el Espíritu Santo, viviendo en una relación con Dios basada en la fe y el amor, en lugar de simplemente seguir reglas. Esta nueva forma de vivir se caracteriza por la libertad, no para entregarse al pecado, sino para servir a los demás en amor. Enfatiza la madurez y la responsabilidad que vienen con la fe, animando a los creyentes a vivir su fe de maneras prácticas y amorosas.
La transformación que trae la fe es profunda, ya que permite a los creyentes actuar desde un lugar de amor genuino, donde cada acción refleja el carácter de Cristo. Así, la vida de fe se convierte en un testimonio de la gracia que hemos recibido, invitando a otros a experimentar esta libertad y amor en sus propias vidas.