El tercer capítulo de Gálatas es un llamado a la reflexión y a la autoevaluación de los creyentes en Galacia. Pablo comienza cuestionando su insensatez al volver a las obras de la ley después de haber recibido el Espíritu por la fe. A través de preguntas retóricas, Pablo apela a la experiencia vivida de los gálatas, recordándoles cómo recibieron el Espíritu Santo y experimentaron milagros. Luego, Pablo conecta su argumento con la figura de Abraham, afirmando que la verdadera herencia de la promesa se recibe por la fe, no por la ley. Este capítulo es fundamental para entender la relación entre la fe y la ley, y cómo la gracia de Dios, manifestada en Cristo, es el camino hacia la salvación y la vida abundante.
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