Pablo aborda una pregunta crítica sobre la relación entre la ley y las promesas de Dios. Afirma enfáticamente que la ley no está en contra de las promesas divinas. La ley fue dada para guiar y revelar el pecado, pero no fue diseñada para proporcionar vida o justicia. Si fuera posible que la ley impartiera vida, entonces la justicia habría sido alcanzable a través de su cumplimiento. Sin embargo, el propósito de la ley era llevar a las personas a Cristo al mostrar la necesidad de un salvador. Esto subraya la importancia de la fe en Jesucristo como el medio para alcanzar la justicia, cumpliendo así las promesas de Dios. La ley y las promesas trabajan juntas, con la ley señalando la necesidad de fe y las promesas cumplidas en Cristo. Esta enseñanza asegura a los creyentes que su fe en Cristo es el verdadero camino hacia la justicia, no simplemente seguir la ley.
¿Luego la ley es contra las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley.
Gálatas 3:21
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