El versículo aborda el corazón de la fe cristiana: la redención y la adopción. La redención aquí se refiere al acto de Cristo de liberar a la humanidad de las obligaciones y penalidades de la Ley Mosaica. Esta liberación no es solo una transacción legal, sino una profunda transformación espiritual. Al redimirnos, Cristo nos permite trascender las limitaciones de la ley y entrar en una nueva relación con Dios.
La adopción como hijos es una poderosa metáfora que describe esta nueva relación. En tiempos antiguos, la adopción era un proceso legal que otorgaba a la persona adoptada todos los derechos y privilegios de un hijo biológico. De manera similar, a través de Cristo, los creyentes reciben plenos derechos como hijos de Dios. Esto significa que no solo somos perdonados, sino que también somos abrazados como miembros amados de la familia de Dios, con todos los derechos y privilegios asociados. Esta adopción asegura a los creyentes su identidad y valor a los ojos de Dios, ofreciendo un profundo sentido de pertenencia y aceptación. Es un mensaje de esperanza, enfatizando que, a través de la fe, no solo somos redimidos, sino también valorados como hijos de Dios.