José, una figura clave en la historia de Israel, fue bendecido al presenciar el crecimiento de su familia a través de varias generaciones. Este momento simboliza el cumplimiento de las promesas de Dios a Abraham, Isaac y Jacob, ya que sus descendientes continúan multiplicándose y prosperando. Al ver a los hijos de la tercera generación de Efraín y a los hijos de Maquir, hijo de Manasés, José experimenta la alegría y la satisfacción de una vida bien vivida. En tiempos antiguos, tal visión era considerada una gran bendición, ya que simbolizaba continuidad, prosperidad y la certeza del pacto continuo de Dios con Su pueblo.
El acto de colocar a los niños sobre las rodillas de José es simbólico de aceptación y bendición, indicando que él desempeñó un papel significativo en su crianza y herencia espiritual. Este pasaje refleja el profundo valor que se daba a la familia y la línea de descendencia en la cultura bíblica, donde el crecimiento de la familia era visto como un signo del favor divino. La vida de José, marcada por pruebas y triunfos, culmina en esta escena pacífica y próspera, subrayando los temas de fidelidad, legado y las promesas duraderas de Dios a Su pueblo.