La carta a los Hebreos comienza con una poderosa declaración sobre la supremacía de Cristo. En tiempos antiguos, Dios habló a través de los profetas, pero en estos últimos días, ha hablado a través de su Hijo, quien es el reflejo de su gloria y el portador de su mensaje. Este capítulo establece la identidad divina de Jesús, enfatizando que Él es el heredero de todas las cosas y que, a través de Él, el universo fue creado. La comparación entre Jesús y los ángeles resalta su superioridad, ya que los ángeles son seres creados, mientras que Cristo es el Hijo de Dios. Este tema de la superioridad de Cristo es fundamental para entender el resto de la carta, que busca fortalecer la fe de los creyentes hebreos en medio de la persecución y la tentación de regresar a las viejas prácticas del judaísmo. La afirmación de que Jesús es más grande que los ángeles invita a los lectores a reconocer su divinidad y a confiar en su autoridad y poder.
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