La fe sirve como la base para entender los orígenes del universo. Nos enseña que el universo no fue producto de materiales visibles, sino que fue formado por el poderoso mandato de Dios. Este concepto invita a los creyentes a mirar más allá del mundo físico y visible, y reconocer el poder divino que trajo todo a la existencia. El versículo subraya la idea de que la fe no se trata solo de creer en lo que podemos ver, sino también en lo que no podemos ver. Nos desafía a confiar en el poder creativo de Dios y en Su capacidad para traer vida y orden de la nada. Esta perspectiva fomenta un sentido de asombro y reverencia hacia el Creador, recordándonos que hay una realidad más profunda más allá de lo que nuestros ojos pueden percibir. Al abrazar esta fe, se nos invita a vivir con confianza en lo no visible y a confiar en el propósito divino que gobierna todas las cosas. Esta comprensión fomenta un sentido de paz y seguridad, sabiendo que el universo no es aleatorio, sino que forma parte de un gran diseño orquestado por un Dios amoroso y poderoso.
Por la fe entendemos que ha sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
Hebreos 11:3
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