El sexto capítulo de Isaías es un momento crucial en la vida del profeta, donde tiene una visión impactante del trono de Dios. En este encuentro, Isaías se encuentra en la presencia del Santo, rodeado de serafines que claman 'Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos'. La experiencia de la santidad de Dios lleva a Isaías a reconocer su propia pecaminosidad y la de su pueblo. Sin embargo, tras su confesión, un serafín toca sus labios con un carbón encendido, purificándolo y preparándolo para su llamado. Este capítulo destaca la importancia de la santidad de Dios y la necesidad de la purificación antes de asumir un papel en Su servicio. La disposición de Isaías para responder al llamado de Dios es un ejemplo de fe y obediencia que resuena en la vida de todos los creyentes.
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