En este versículo, Dios habla de un pacto eterno, una promesa que trasciende el tiempo y las circunstancias. Este pacto es un compromiso profundo de Dios hacia su pueblo, asegurando que siempre hará el bien por ellos. La promesa incluye no solo bendiciones materiales o inmediatas, sino una relación espiritual más profunda donde Dios inspira a su pueblo a tener una reverencia saludable hacia Él. Esta reverencia, a menudo llamada 'temor del Señor', no se trata de tener miedo, sino de tener un profundo respeto y asombro por el poder y el amor de Dios.
La intención de Dios es mantener a su pueblo cerca de Él, fomentando una relación donde no se aparten. Esto habla del poder transformador del amor y la guía de Dios, que anima a los creyentes a permanecer fieles. La promesa de nunca apartarse es un testimonio de la fuerza de esta relación divina, donde la bondad de Dios conduce a una vida de fidelidad y devoción. Este versículo asegura a los creyentes el compromiso inquebrantable de Dios y su deseo de tener una relación amorosa y duradera con ellos.