En medio de la inminente destrucción de Jerusalén, Jeremías realiza un acto profético al comprar un campo en Anatot, su ciudad natal. Este acto, aparentemente contradictorio, simboliza la esperanza de restauración que Dios tiene para su pueblo. A través de esta compra, Jeremías demuestra su fe en la promesa de Dios de que un día restaurará a Israel y les devolverá su tierra. Este capítulo enfatiza la soberanía de Dios, quien tiene control sobre la historia y el futuro de su pueblo, incluso en tiempos de juicio. La compra del campo se convierte en un poderoso recordatorio de que, a pesar de las circunstancias actuales, siempre hay un futuro prometedor para aquellos que confían en Dios. Este acto de fe invita a los lectores a considerar cómo pueden vivir con esperanza en medio de la adversidad.
Jeremías capítulo 32
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