En este versículo, el pueblo de Judá, que ha huido a Egipto, rechaza de manera contundente el mensaje que les trae el profeta Jeremías en nombre de Dios. Su respuesta es un claro ejemplo de la desobediencia humana frente a la instrucción divina. Este rechazo no es solo una negativa a escuchar, sino una elección consciente de ignorar la autoridad de la palabra de Dios transmitida a través de su profeta. El contexto es crucial: el pueblo se encuentra en una tierra extranjera, habiendo escapado de la destrucción de Jerusalén, y se aferra a sus viejas costumbres y creencias en lugar de aceptar la nueva dirección que Dios les ofrece a través de Jeremías.
Este versículo nos recuerda poderosamente la tendencia humana a resistir el cambio y aferrarse a patrones familiares, incluso cuando esos patrones nos alejan de la voluntad de Dios. Nos desafía a examinar nuestras propias vidas y a considerar cómo respondemos a la guía de Dios. ¿Estamos abiertos a su dirección, o elegimos, como el pueblo de Judá, ignorar su voz? Este pasaje nos anima a cultivar la humildad y la apertura hacia la sabiduría divina, recordándonos las posibles consecuencias de apartarnos del camino de Dios. Nos llama a tener un corazón dispuesto a escuchar y seguir, incluso cuando el mensaje es difícil o incómodo.