En este versículo, las preguntas retóricas subrayan la naturaleza indomable e invaluable de la criatura que se describe, a menudo interpretada como el Leviatán. Su poder y majestuosidad son tales que no puede ser capturada ni comercializada como bienes ordinarios. Esto nos recuerda los límites del poder humano y la inmensidad de la creación de Dios. La lectura nos invita a reflexionar sobre las cosas en la vida que están más allá de nuestro control y a reconocer el orden divino que rige el universo. Subraya la idea de que algunos aspectos de la creación están destinados a inspirar asombro y reverencia, en lugar de ser sometidos al comercio o manipulación humana. Esto puede ser una metáfora de los misterios de la vida y la fe que trascienden la comprensión humana, llamándonos a confiar en la sabiduría y soberanía de Dios. Al reconocer estos límites, se nos anima a cultivar un sentido de humildad y maravilla, apreciando la belleza y complejidad del mundo que nos rodea.
¿Le harán compañía los mercaderes por su piel, o lo repartirán entre los tratantes?
Job 41:6
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