Juan el Bautista, una figura profética clave, identifica a Jesús como aquel de quien había estado hablando. Reconoce que, aunque Jesús llega después de él en el ministerio público, es mayor porque existió antes que Juan. Esta paradoja resalta la naturaleza divina de Jesús, afirmando Su existencia eterna y preeminencia. El papel de Juan el Bautista era preparar el camino para Jesús, y aquí cumple esa función al señalar la verdadera identidad de Jesús.
Esta declaración subraya la creencia cristiana en la divinidad de Cristo, quien es tanto completamente humano como completamente divino. Refleja la comprensión de que Jesús, como el Verbo, existió desde el principio, alineándose con el prólogo del Evangelio de Juan que habla del Verbo estando con Dios y siendo Dios. El reconocimiento de Juan sobre la superioridad de Jesús sirve como un poderoso testimonio para los primeros seguidores y continúa inspirando a los creyentes a reconocer el papel central de Jesús en el plan de Dios para la humanidad.