En este pasaje, Jesús se prepara para su partida y la llegada del Espíritu Santo. El papel del Espíritu Santo es crucial en el mundo, ya que convencerá a las personas de sus pecados, revelará la verdadera naturaleza de la justicia y aclarará la realidad del juicio divino. Esta convicción no busca condenar, sino despertar la conciencia de la necesidad de la gracia y el perdón de Dios. El Espíritu actúa como guía, ayudando a los individuos a comprender las verdades morales y espirituales que a menudo están oscurecidas por los valores mundanos. Al resaltar el pecado, el Espíritu muestra la separación que este causa entre el ser humano y Dios. En cuanto a la justicia, el Espíritu señala el estándar establecido por Jesús, quien vivió una vida de perfecta obediencia y amor. Respecto al juicio, el Espíritu nos recuerda que hay una responsabilidad final ante Dios. Esta obra del Espíritu es transformadora, llevando al arrepentimiento, la fe y una vida renovada en Cristo. La presencia del Espíritu es una fuente de consuelo y seguridad, ayudando a los creyentes a vivir en alineación con la voluntad y el propósito de Dios.
Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
Juan 16:8
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