En el contexto de la crucifixión de Jesús, Poncio Pilato, el gobernador romano, mandó colocar un letrero sobre la cruz que decía: "JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS". La intención de Pilato probablemente era política, buscando burlarse de los líderes judíos y afirmar la autoridad romana al presentar a Jesús como un insurrecto fracasado. Sin embargo, este título también tiene un profundo significado teológico. Para los cristianos, afirmaba la identidad de Jesús como el Mesías, el ungido prometido en las escrituras judías. Su realeza no se trataba de poder político, sino de establecer un reino espiritual basado en el amor, la justicia y la paz. Este momento subraya la ironía del juicio humano frente a la verdad divina, ya que la verdadera realeza de Jesús trasciende la comprensión terrenal. Invita a los creyentes a reflexionar sobre la naturaleza de la misión de Jesús y el tipo de reino que vino a establecer, uno que es eterno y está arraigado en los corazones de quienes lo siguen.
El letrero fue escrito en arameo, latín y griego, asegurando que todos los que pasaban pudieran entenderlo. Esta declaración universal enfatiza que el mensaje y la misión de Jesús eran para todas las personas, trascendiendo barreras culturales y lingüísticas. Sirve como un recordatorio de la naturaleza inclusiva del amor de Jesús y el alcance global de su obra redentora.