Mientras Jesús cuelga en la cruz, reconoce su sed física, un recordatorio conmovedor de su humanidad. Esta declaración no es solo una expresión de necesidad física, sino también un cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, como el Salmo 69:21, que habla del sufrimiento del Mesías. Las palabras de Jesús, "Tengo sed", sirven como un poderoso símbolo de su completa identificación con el sufrimiento humano. A pesar de su naturaleza divina, abrazó plenamente la condición humana, experimentando dolor, sed y, en última instancia, la muerte. Este momento en la cruz subraya la profundidad de su sacrificio y la extensión de su amor por la humanidad. Al cumplir las Escrituras, Jesús demuestra que su misión no solo era enseñar y sanar, sino completar la obra de salvación a través de su sufrimiento y muerte. Este versículo invita a los creyentes a contemplar el profundo misterio de la dualidad de Jesús como completamente humano y completamente divino, y a encontrar consuelo en el conocimiento de que él entiende nuestras luchas íntimamente.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo para que se cumpliera la Escritura: Tengo sed.
Juan 19:28
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