Este pasaje detalla los límites territoriales entre las tribus de Efraín y Manasés, dos de las doce tribus de Israel. Estas tribus eran descendientes de José, uno de los hijos de Jacob, y se les otorgaron porciones específicas de tierra en la Tierra Prometida como parte de la herencia que Dios había prometido a los descendientes de Abraham. El versículo destaca la división de la tierra, con el territorio de Efraín al sur y el de Manasés al norte. El territorio de Manasés se extendía hasta el mar, lo que indica una ubicación significativa y estratégica. Las fronteras con las tribus de Aser e Isacar definen aún más la extensión de la tierra.
Esta división de la tierra fue crucial para establecer el orden y la identidad entre las tribus mientras se asentaban en la tierra que Dios les había prometido. Refleja el cumplimiento de las promesas de Dios y la importancia de mantener límites para una coexistencia pacífica. Los detalles geográficos también enfatizan el contexto histórico y cultural del asentamiento de los israelitas, recordando a los lectores la rica herencia y la guía divina que moldearon su viaje y asentamiento en la tierra.